Fui a Irlanda a aprender inglés y allí me quedé y casada

Ay, amigos, lo de los idiomas es algo que da para muchas historias. Yo misma acabé eligiendo cuáles eran las invitaciones de boda según las últimas tendencias y vistiéndome con uno de los preciosos vestidos de novia de la colección de la diseñadora Joana Diestre. Al menos está claro que no podía ir mejor vestida. Lo curioso es que el hombre que estaba a mi lado era Kiron, mi profesor de inglés en Dublín.

Pero mi historia, que ahora os contaré, no debe de ser tan diferente a las del resto de personas. ¿Os habéis fijado alguna vez en esos programas de la tele donde sacan a españoles en diferentes partes del mundo y les preguntan a todos por qué se han ido o mudado tan lejos? Casi todos responden lo mismo: por amor. Y es que el amor no entiende de fronteras ni Estados. Te afecta y te lleva.

casamiento
Esta es la historia de cómo un viaje para aprender idiomas acaba en una boda.

En mi caso yo misma me llevé por así decirlo y ya no volví. Pasó todo hace seis años. Era el último en el que podía solicitar una beca del Ministerio de Educación para estudiar un idioma en verano y no quise perder la oportunidad. Me la concedieron, me busqué una empresa que me organizase el viaje y allá me planté en pleno mes de agosto en Dublín. Sí, era agosto, pero llovía. This is Ireland.

Tenía un profesor increíblemente atractivo y que nos contaba cosas sobre el país para fomentar la comunicación y la conversación. Daba igual el tema, el caso era hablar. Y charlando nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común y surgió también una cierta complicidad porque yo soy gallega y ambos teníamos sangre celta. Nos veíamos en los bares de música en directo por las noches y salíamos prácticamente por los mismos sitios. Incluso yo llegué a alquilar una bici y me lo encontraba en un parque gigante que hay a las afueras de Dublín.

Mis amigas empezaron a notar mis ganas por ir a clase y se reían cuando nos esperábamos a la salida para ir todas juntas a comer y él me guiñaba el ojo al irse también a su casa. Había algo que no sabía cómo solucionar hasta que ellas me recomendaron que me hiciese con alguna excusa para hablar con él y a mí se me ocurrió coger uno de esos periódicos gratuitos que nos regalaban al bajar del autobús y preguntarle si alguna de las obras de teatro que se anunciaban serían fácil como para entenderla con mi nivel. Le señalé ‘Romeo y Julieta’ porque la verdad es que soy una romántica y me apetecía mucho. Pero él fue seco diciéndome que era demasiado difícil porque estaría escrita en un inglés antiguo.

Cuando ya encaraba la puerta, bastante triste por lo que sentía como una bordería o un desprecio, me llamó (se había quedado con mi periódico) y me dijo que ‘La bella y la bestia’ sería más acorde a mi nivel y que él podría acompañarme por si había algo que no entendía y necesitaba explicarme. Me dijo que ese miércoles estaría libre y que podríamos vernos para ir juntos. Supongo que en mi cara se notaría una sonrisa de oreja a oreja.

Y gracias a esa obra, la cena de después y los múltiples planes que seguimos haciendo juntos con la excusa de ayudarme a mejorar mi inglés pero con la clara intención de gozar de la compañía del otro por más tiempo, acabamos entablando una relación que me hizo dejar mi trabajo como periodista en España para irme a vivir a las afueras de Dublín y empezar allí a ejercer como profesora de castellano, casada y muy feliz en la compañía de mi otro celta.

A veces, nunca se sabe dónde podemos encontrar el amor. Y es mejor no descartar nada, no dejar nunca de hacer ningún plan, ningún curso, porque ahí puede estar la persona adecuada.

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