Lengua y pensamiento

Aunque no seamos muy conscientes, la lengua configura lo que pensamos y viceversa. Observando la gramática, la sintaxis y el vocabulario de una lengua, podemos conocer mucho sobre sus hablantes.

Por ejemplo, en español tenemos el handicap de que todas nuestras palabras tienen género, femenino o masculino, aunque esta característica no tiene nada que ver con la realidad, ya que «la vida» no tiene características femeninas, ni «el hambre» tiene connotaciones masculinas. Es decir, que el género gramatical es algo aleatorio que no se corresponde con características del mundo real. Esto provoca que a los extranjeros que deseen aprender a hablar español les cueste mucho, ya que se ven obligados a aprenderse el género de cada una de las palabras de nuestro vocabulario, ya que no pueden interiorizar ninguna norma que los ayude a este respecto. Y ya no digamos si comenzamos a hablar de conjugación verbal.

Si comparamos esto con otra lengua de origen distinto como es el inglés, veremos que el género está muy poco presente en su lengua. De hecho, nuestros artículos en español (el, la, los, las) solo tienen una correspondencia para ellos (the), que sirve independientemente del género y del número.

El hecho de que una sola palabra del inglés tenga cuatro correspondencias distintas en español lleva a algunos a afirmar con desprecio que el inglés es un idioma «demasiado simple». Es cierto que en algo debe estribar la tremenda desproporción, pero quizá calificar a los angloparlantes de simples no sea lo más adecuado. Más bien al contrario: en lugar de ello podríamos pensar que son más sencillos y prácticos. ¿Por qué es necesario distinguir entre género y número en los determinantes? De hecho, ¿de qué sirve establecer objetos asexuales como femeninos o masculinos, cuando esto ya no tiene ningún significado en nuestra lengua?

Posiblemente la antigüedad del castellano pueda explicar su complejidad frente al inglés, pero teniendo en cuenta que la lengua es el vehículo del pensamiento y el que le proporciona las herramientas necesarias para poder desarrollarse, podemos concluir que los angloparlantes son más pragmáticos y que los hispanohablantes le dan demasiada importancia al género.

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